Habilidades de la vida diaria en niños y niñas con TEA (Segunda parte)

Las habilidades fisiológicas de la vida diaria, que los niños y niñas suelen adquirir en sus tres primeros años de vida, son una serie de aprendizajes que aunque podemos motivarlos dependen en gran parte del desarrollo físico y cognitivo del menor. En la primera parte de este artículo sobre las habilidades de la vida diaria en niños y niñas con Trastorno del Espectro Autista (TEA) hicimos un recorrido sobre algunos de estos procesos madurativos. Así como por aquellas pautas, que en el caso de estos menores, pueden ayudarnos como padres/madres o educadores a potenciar y desarrollar su aprendizaje.

Si bien hablábamos en dicho artículo de habilidades relacionadas con el sueño o la alimentación, entre otras, en esta ocasión queremos centrarnos en las vinculadas a su higiene personal, desde el control de esfínteres hasta peinarse, cortarse las uñas o cepillarse los dientes, por poner algunos ejemplos.

“Quitar” el pañal

Dejar el pañal es un proceso complejo pero que se simplifica si se espera al momento adecuado. Como en muchos otros aspectos del aprendizaje (por no decir en prácticamente todos), huye del “ya es muy mayor para llevar pañal”. Si observas su proceso madurativo y detectas el momento en el que el niño/a está preparado para dejar el pañal, el proceso será mucho más sencillo. Para ello ten en cuenta una aclaración y es que el pañal no se“quita”, sino que se “deja”.

La psicóloga Enara Amarillo, escritora especializada en embarazo, parto, maternidad y crianza, explica que no se debe enseñar sino que se debe acompañar una vez que el infante esté física y emocionalmente preparado. Una edad diferente según cada niño/a pero nunca antes de los 18 meses, según explica la psicóloga. “En este proceso es necesario que estemos más enfocados en acompañar al niño que en el aseo en sí, ya que se trata de observar qué sucede en este desarrollo de las necesidades básicas de un ser humano”. “Intentar que un niño aprenda a controlar sus esfínteres antes de que su cuerpo sea capaz no solo genera una confusión para el niño, sino que ademas es una deformación que puede provocar problemas como estreñimiento debido al exceso de contención”, matiza la experta.

Se trata de que el adulto que acompaña se muestre atento a las “señales”. No tiene por qué pedirte la caca o el pipi para que sepas que ya está preparado; sino de mostrar otra serie de señales que te indican una maduración fisiológica; por ejemplo, que sepa sentarse correctamente o saltar.

Si bien esto es aplicable a cualquier niño/a, en menores con TEA es aún más importante atender a dichas señales, puesto que a menudo la comunicación verbal estará más limitada y hacer uso de otro tipo de indicadores será esencial. “Todos los niños/as tienen el mismo proceso evolutivo, solo que en menores con TEA puede demorarse más”, explica la psicóloga que, además, es madre de dos niños con TEA. En este sentido añade que por parte del adulto que acompaña se debe añadir una dosis extra de aceptación, paciencia y contención.

Una vez que el niño/a esté preparado y comience el proceso de “dejar el pañal”, no existen fórmulas mágicas, no al menos fórmulas en las que al realizarlas se respete al niño/a. Por ello no se deben ejercitar actuaciones como dejarlo sentado en el WC hasta que haga “algo” ni, por supuesto, reñirles o enfadarnos. Al contrario, se trata de empatizar y utilizar pautas y técnicas que favorecerán este proceso.

Por ejemplo es importante propiciar el ambiente adecuado o incorporar el juego al proceso. También lo es establecer rutinas. Los niños/as, al igual que los adultos, tienen unas pautas fisiológicas marcadas. Por ejemplo hay niños más estreñidos o niños que van al baño justo después de cada ingesta. Por ello lo primero es observar cómo se comporta la digestión del pequeño para después establecer una serie de rutinas. Ir al baño siempre a la misma hora (recomendablemente entre 5 y 15 minutos antes de la hora a la que suela hacer caca) o en el mismo momento (por ejemplo, después de desayunar o almorzar); colocar incluso recordatorios visuales o una planilla en la que registrar las veces que hace caca o pipi. Además es importante, aún incluso cuando el menor no sepa o no pueda comunicarlo, preguntarle e incluirlo en el proceso: ¿Has hecho caca? ¡Bien, has hecho caca en el orinal!

Se trata de este modo de recompensar con ánimos que haya realizado ciertas acciones. De este modo ir al baño “de mayores” (ya sea con una escupidera o con un reductor) puede convertirse en un aliciente y en una experiencia gratificante.

A veces los niños/as, especialmente cuando son extremadamente sensibles como suele ser el caso de los menores con TEA, pueden desarrollar un miedo desorbitado o cierta aprensión a ir al baño o a sentarse en un orinal. Sentarlo en el inodoro aún con el pañal puesto para con los días ir desvistiéndolo, o ver como mamá y papá se sientan a hacer sus necesidades delante de él son algunas pautas que puede ayudarlos a superar ese miedo. También nos podemos ayudar de cuentos como El Calzoncillo de Tomas, de Selene Califano; ¿Puedo mirar tu pañal?, de Guido van Genechten y Teresa Tellechea; o El orinal de Lulú, de Camilla Reid, entre muchos otros.

Higiene personal

Hay ciertas actividades relacionadas con la higiene personal que si ya son difíciles realizárselas a cualquier niño -se oponen, se mueven, lloran…-, a menores con TEA se vuelve casi misión imposible. Se trata de actividades como cortarles el pelo, limpiarles o cortarles las uñas, limpiarle los oídos… Por un lado porque su alta sensibilidad desemboca en que les moleste de manera extrema el ruido de las tijeras o la maquinilla de afeitar, del secador de pelo o de cualquier otro aparato que utilicemos. Así como que les incomode el tacto. Es por ello que lo primero es seleccionar los mínimos elementos y que estos sean lo menos ruidosos posible.

Si puedes cortarle el pelo en casa con unas tijeras será mucho mejor que hacerlo en una tienda, donde se sentirá más incómodo, y con máquina de afeitar, donde le atemorice el ruido. Intenta distraerlo mientras realices con él/ella dicha actividad, ya sea ofreciéndole algún juguete que le guste o invitándolo a realizar alguna actividad paralela. Como en casi todas las acciones que necesitan aprender es buena la recompensa. Y eso no significa darle todo lo que pida ni agasajarlo a regalos; un abrazo o una felicitación es suficiente y elevará su autoestima, reduciendo sus miedos.

En este tipo de actividades también es bueno introducir una periodicidad. Es preferible cortarle cada poco un poquito de pelo a que pasen muchos meses entre un corte y otro. Puede verse claramente con el cepillado de dientes. No sirve de nada que el niño se lave los dientes cada tres días, y de malos modos; lo importante es generar en ellos un hábito, de modo que lo introduzca en su cotidianidad.

Podemos ayudarlo o incluso lavarle los dientes nosotros a él si el menor no puede solo, pero de manera periódica para que lo introduzca en sus hábitos del mismo modo que se viste o se lava las manos. No olvidemos que los hábitos si bien nos ayudan tanto a niños/as como adultos, en el caso de los menores con TEA no solo van a suponer una ayuda sino que crear rutinas se convierte en un elemento imprescindible para aportarles seguridad y potenciar su desarrollo y crecimiento.

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