TEA: CREANDO ENTORNOS ACCESIBLES, PREDECIBLES Y COMPRENSIBLES

Las políticas educativas en nuestro país promulgan una inclusión cada vez mas plena dentro del aula para los alumnos con necesidades educativas especiales, como es el caso de los alumnos con Trastorno del espectro autista, del que nos ocuparemos en el presente artículo.

Es el autismo un conjunto tan amplio de condiciones que afectan al neurodesarrollo y al funcionamiento cerebral, que da lugar a dificultades muy diversas en la comunicación e interacción social, así como en la flexibilidad del pensamiento y de la conducta de la persona que lo presenta. Por ello, nuestra capacidad de individualizar los procesos de aprendizaje debe ser máxima con estos alumnos. Debemos como educadores exprimir al máximo nuestra habilidad para programar y reprogramar, para volver atrás e incluso saltar algunos contenidos para adaptarnos mejor a sus intereses momentáneos. Es, sin duda, una labor “sobre la marcha”, aunque sin perder el rumbo, por supuesto: ayudarles a desarrollar una vida en sociedad, independiente y plena.

Es por esto que nuestra intervención educativa debe incidir en los aprendizajes escolares, pero también en las dificultades que caracterizan a los alumnos con TEA (comunicación, comprensión e interacción social, y flexibilidad del pensamiento y la conducta), por lo que es igual de importante considerar programas específicos que favorezcan la autonomía, la motivación social de la que a veces carecen, y la participación del alumno/a en el contexto educativo de una forma adaptativa.

En este punto hay algo que a veces se pasa por alto. Y es que la intervención educativa debe abordar no sólo las necesidades de nuestros alumnos, sino también las características del entorno en el que se convive día a día. Al igual que es necesario acercar al alumno a su entorno, es igual de importante acercar el entorno al alumno. ¿Cómo lo conseguimos? Creando espacios accesibles, predecibles y comprensibles para la persona con TEA.

En este sentido, y a fin de que pueden relajarse y sentirse seguros en el entorno escolar, uno de los aspectos fundamentales es proteger sus hipersensibilidades sensoriales. Algunos alumnos con autismo no solo batallan con sonidos que para la mayoría de nosotros resultan irritantes (por ejemplo, las alarmas de los carros, la lija sobre madera), sino que también pueden reaccionar negativamente a sonidos que la mayoría de nosotros ignoramos o no notamos (por ejemplo, el sonido de un ventilador en movimiento). (Federación Autismo Madrid, 2014).

En otras ocasiones, nos topamos con hiposensibilidades, el lado opuesto. Por ejemplo, un alumno con hiposensibilidad auditiva, golpeará los objetos, cerrara las puertas de golpe, le gustarán las vibraciones, rasgar papel…

Como vemos, muchos comportamientos que nos resultan incomprensibles y molestos en ocasiones en este alumnado, tienen una base explicativa sensorial, y podremos regularlos si conseguimos identificarlos y conocemos la causa.

Pero, aun hay más. En otras ocasiones pueden variar de hiper a hipo en función del momento o situación. A esto se le llama Fluctuación. Así lo explicaba en su testimonio de una persona con TEA:

“A veces cuando los niños me hablaban, yo a penas oía. Otras veces sus voces sonaban como balas” (White y White, 1987).

¿Cómo podemos identificar una fluctuación? Por ejemplo, si nuestro alumno responde de manera diferente según el día o incluso según el momento (por ejemplo, con agrado o ira, con interés o indiferencia). Lo vemos también en el diferente tono muscular, que nos puede dar pistas en alumnado sin lenguaje oral, y también en el cambiante trazo de su lápiz.

Así, según las necesidades del alumno, podemos amortiguar los sonidos del aula, algo que repercutirá en una ventaja para todos al crear un mejor ambiente de trabajo, podemos ponerles topes a las puertas para evitar portazos, o crear un espacio de juego tranquilo en el recreo.

Por otra parte, para aquellos momentos de crisis podemos tener en el centro espacios habilitados con la finalidad de proporcionar un “lugar seguro” para el alumnado (con y sin autismo). Por ejemplo, si el alumno busca moverse podemos ofrecerle en un aula especifica una hamaca, y un balancín en sus pies para el tiempo de tarea en mesa.  Si busca meterse entre espacios apretados podemos ofrecerle cojines, donde podrá acudir en momentos de crisis o desasosiego. (Bogdashina, 2007).

De esta manera, facilitamos la autoregulación y favorecemos que una vez superado el momento de tensión, el alumno vuelva a su aula ordinaria.

Vemos que la percepción sensorial es un tema complejo de entender e identificar, pero se encuentra en la base de una comunicación educativa sana y eficaz con estos alumnos.

Bibliografía

Bogdashina, O. (2007). Percepción Sensorial en el Autismo y Síndrome de Asperger. Autismo Ávila.

Greenspan, S. (2012). Comprender el autismo. RBA.

Confederación autismo España (2015). Buenas prácticas en la educación de estudiantes con Trastorno del Espectro del Autismo Criterios y recomendaciones para una educación de calidad

Milagrosa Carillo Fuertes

Maestra – Pedagogía Terapéutica

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