Disfrutar de las actividades de tiempo libre con tu hijo con TEA al mismo nivel que lo hacemos con cualquier otro niño es uno de los retos al que se enfrentan los padres de niños con Trastorno del Espectro Autista. Pero el ocio compartido no tiene por qué ser caótico ni complicado si sabemos elegir qué actividades se adaptan a cada niño. Para ello hay algunas estrategias que debemos tener en cuenta.
Los niños con TEA no siguen las mismas pautas de desarrollo y comportamiento que otros niños de su edad, pero esto no significa que no puedan disfrutar de su ocio. Simplemente deben aprender a llevar su propio ritmo, con una enseñanza explicita y una planificación más detallada. Por ejemplo, para los niños con TEA es necesario que las actividades tengan muy marcado su principio y su final: es mejor no dejar nada a la improvisación.
Pero también, como todos los niños, debemos atender a los propios gustos de nuestros hijos –adaptados a su edad– y ser conscientes de que cada pequeño es diferente. Animarlo a experimentar con distintos materiales es una buena idea: con texturas variadas, con papeles, con su propio cuerpo… Juegos en los que tu hijo conozca los elementos que le rodean pero, ¿por qué no?, también su entorno emocional y, de este modo, a sí mismo.
Movimiento e imaginación al poder
El desarrollo de la imaginación es un baluarte para niños de todas las edades. También en niños con TEA. Y a la hora de activarla, un papel fundamental reside en prescindir de objetos físicos para animarles a crear un mundo propio con su mente. Es lo que ocurre con los juegos de imitación. Son actividades que favorecen la anticipación y la capacidad de observación, gracias a la sencillez de las palmadas, los saltos, los sonidos, onomatopeyas y otra serie de movimientos sencillos con los que el niño puede imitar al adulto. Además pueden ser muy divertidos al incluir en ellos cosquillas, vueltas, montarse a caballito y otra serie de actividades y movimientos motores que favorecen la sociabilización del pequeño.
Juegos de toda la vida
Cuando observamos a nuestros hijos con TEA nos damos cuenta de que su instinto de imitación, al igual que cualquier otro niño, también lo llevan a las rutinas cotidianas. Los niños son imitadores por naturaleza, sobre todo de sus padres. Y en el caso de los niños con TEA, esta imitación puede ser un recurso que podemos utilizar para fomentar su participación e integración en la familia. Un hecho que puede fomentarse cuando los animamos a utilizar juguetes funcionales que imitan la vida diaria: coches, cocinitas y comida en miniatura, muñecos y su ropa… ya que les ayuda a entender el propio mundo que les rodea y si, además, les damos pautas concretas y les contamos una historia, les estamos fortaleciendo su capacidad de empatía.
En cuanto a la presencia de objetos también les son útiles los juegos clásicos como los puzzles y los legos, o los que disponen de luces o movimientos. Las reglas, en juegos como la oca, por ejemplo, les ayudarán a controlar emociones como la frustración o la impaciencia.