Donna Williams nació en Melbourne en 1963. Fue catalogada como psicótica a la edad de 2 años, y no fue hasta los 26 cuando logró un diagnóstico correcto de autismo. Hoy, Donna Williams es escritora, artista, cantautora y guionista. Su error diagnóstico como psicótica es consecuencia de la confusión entre autismo y psicosis a la que autores como Hans Asperger contribuyó con su término “psicopatía autista” y que hoy día aún a veces persiste.
Pero, ¿dónde reside concretamente la similitud entre estos dos trastornos? Intentaremos en este artículo comprender las razones de la frecuente confusión a lo largo de la historia, y veremos que los puntos en común son a la vez los que los distinguen.
Los síntomas característicos de la esquizofrenia incluyen un amplio abanico de disfunciones cognitivas y emocionales: percepción, pensamiento inferencial, lenguaje y comunicación, comportamiento, afectividad, capacidad hedónica, voluntad, motivación y atención. Esta amplitud hace que a veces se solape con los síntomas del autismo, que a su vez son también amplios y variados. Pero veamos ejemplos concretos.
En primer lugar, el contenido más frecuente de los delirios esquizofrénicos son las ideas persecutorias: la persona se considera molestada, seguida, engañada. Las personas con autismo, por su parte, pueden mostrar una actitud de desconfianza o un pobre juicio social que puede confundirse con ‘paranoia’, pero que, en realidad, son consecuencia de sus déficits en el procesamiento de la información, que provocan alteraciones en la percepción del mundo social. Si no somos capaces de tener en cuenta y aceptar que los demás no piensan siempre como nosotros, es lógico que aparezca el recelo, y la frustración de no sentirse comprendidos puede evocar pensamientos e ideas fácilmente confundibles con las ideas.
Un segundo punto son las alucinaciones. En la esquizofrenia suele haber voces que comentan el comportamiento de la persona. La persona con autismo a veces puede hablar sola o repetir escenas que ha visto, y esto puede interpretarse como delirios o alucinaciones sin serlo. Cuando el niño con TEA adopta una personalidad imaginaria es consciente de que está ‘jugando’, en cambio, durante la despersonalización en la esquizofrenia, la persona cree ser quien realmente no es.
La literalidad del pensamiento autista puede llevar también a malentendidos. Si preguntamos a una persona con autismo si oye voces, nos responderá, de manera literal que sí es capaz de oír voces, sin comprender que nos referimos a voces que los demás no escuchan.
El lenguaje esquizofrénico se caracteriza porque saltan de un tema a otro, juntan palabras semántica o fonológicamente similares, hacen afirmaciones ilógicas, etc. En el autismo, las conversaciones centradas en un tema de interés obsesivo pueden percibirse como incoherentes y desorganizadas, pero son incoherentes respecto al tema de su interlocutor.
La alteración de las habilidades sociocomunicativas en el autismo es primaria y criterio diagnóstico obligado; en cambio, en la esquizofrenia, se deriva de la psicosis.
Otro punto de solapamiento es el comportamiento inusual. Las personas con autismo, cuando se sienten fuertemente estresadas, pueden mostrar comportamientos comunes a la psicosis, como acciones destructivas, gritos, autolesiones…
El aplanamiento afectivo es muy frecuente en la esquizofrenia y se manifiesta como inmovilidad e inexpresión facial, contacto visual pobre, y disminución del lenguaje corporal. En cambio, la falta de expresión emocional en el autismo puede responder más bien a su dificultad en el lenguaje no verbal, su falta de motivación social e iniciativa. De hecho, no podemos hablar de disminución sino de alteración del lenguaje corporal.
Equivocadamente, algunos niños con signos negativos (catatonia) de la esquizofrenia, pero que aún no han desarrollado alucinaciones o pensamiento desorganizado, pueden recibir el diagnóstico de TEA (Ross, 2014) aunque un poco forzado dado que en ellos no se observarán patrones restrictivos de conducta o alteraciones sensoriales que si pueden observarse en los niños con TEA.
La edad de inicio es un punto de diferenciación importante. En el TEA, el deterioro del funcionamiento del niño suele aparecer entre los 18 y los 24 meses. El comienzo de la esquizofrenia, en cambio, ocurre típicamente entre la adolescencia y la edad adulta temprana.
Como vemos, el solapamiento sintomático es importante. De hecho, existen bases neurobiológicas (Crespi, 2010):
– Varios genes presentan alteraciones que asocian autismo y esquizofrenia: 1q21.1, 15q13.3, 16p11.2, 16p13.1, 17p12, 2q11.21 y 22q13.3 entre otros .
– Los familiares biológicos de primer grado de niños con autismo presentan un riesgo de padecer esquizofrenia y trastorno bipolar significativamente superior al de la población general.
– La manifestación de esquizofrenia en padres aumenta de una manera significativa el riesgo de que un hijo padezca autismo.
En definitiva, aunque en ocasiones el diagnóstico diferencial entre ambos espectros no es sencillo, sí que resulta esencial de cara a su tratamiento. De ahí que resulte clave la necesidad de una formación específica en el TEA por parte de los clínicos tanto en trastornos mentales tradicionales como en trastornos del neurodesarrollo.
Bibliografía
Paula-Pérez I (2012) Diagnóstico diferencial entre el espectro autista y el espectro esquizofrénico. Rev Neurol 2012; 54 (Supl 1): S51-62.
Baron-Cohen S (2007). La gran diferencia. Barcelona: Amat.
Hollis C, Rapoport J. (2008) Child and adolescent schizophrenia. In Weinberger D, Harrison P, eds. Schizophrenia. London: Blackwell.
Rivière A. (1997). Tratamiento y definición del espectro autista II: anticipación; flexibilidad y capacidades simbólicas. In Rivière A, Martos J, eds. El tratamiento del autismo. Nuevas perspectivas. Madrid: Apna-Imserso; p. 107-60.
Crespi, P and cols (2010). Comparative genomics of autism and schizophrenia. PNAS January 26, 2010 107 (suppl 1) 1736-1741
Milagrosa Carillo Fuertes